jueves, 31 de marzo de 2011


NIETZSCHE

Así habló Zaratustra. (2)


... Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes” se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice “yo quiero”.
“Tú debes” le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso y en cada una de sus escamas brilla áureamente el “¡Tú debes!”.
Valores milenarios brillan en sus escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: “todos los valores de las cosas — brillan en mí”.
“Todos los valores han sido ya creados, y yo soy — todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”. Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?
Crear valores nuevos —tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear - eso sí es capaz de hacerlo el poder del león...


COMENTARIO
Nos encontramos ante un texto del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, uno de los más importantes filósofos del siglo XIX, padre del irracionalismo y del vitalismo. Desde muy joven destacó por su gran capacidad intelectual: siendo uno de los mayores genios de su tiempo, consiguió trabajar como filólogo en la Universidad de Basilea, pero también se granjeó la envidia de muchos de sus contemporáneos. Si unimos el rechazo que Nietzsche encontró en el mundo académico al difícil carácter del pensador alemán y a la enfermedad que le acompañó en sus últimos veinte años de vida, podemos entender un poco mejor el principal mensaje de su filosofía, resumida fundamentalmente en una palabra: crítica de todo y contra todo, principalmente de todos los valores propios de la civilización occidental. Enfrentándose a diversos valores y conceptos, Nietzsche irá ampliando el eco de lo que podríamos denominar su tesis fundamental: que la vida se imponga sobre la razón y el pensamiento.


De hecho, la obra a la que pertenece el fragmento a comentar está construida precisamente sobre esta propuesta. Se trata de Así habló Zaratustra, libro en el que Nietzsche encarna en el profeta Zoroastro el mensaje esencial de su pensamiento: una religión sin otro dios que el hombre convertido en superhombre, es decir, al margen de cualquier limitación racional, moral o filosófica. La muerte de Dios es entonces el negativo de esa fotografía del superhombre que desarrolla Nietzsche a lo largo de toda la obra, en la que los aforismos y el lenguaje metafórico y simbólico pretenden constituirse ya como una ruptura con el discurso racional, argumentado y estructurado. A través de su predicación, Zaratustra trata de invertir los valores morales y culturales de occidente, tanto en el contenido como en la forma de sus “sermones” de manera que el libro de Nietzsche supera, en cierto modo, el concepto tradicional de ensayo filosófico.
En concreto, el fragmento propuesto es un célebre pasaje en el que Nietzsche, a través de Zaratustra, describe la evolución moral del ser humano en lo que él denomina las “tres transformaciones”. Así, pasaríamos de un primer momento en el que el hombre es pura obediencia a cualquier autoridad exterior a una segunda forma de vida en la que se busca en la racionalidad el origen y el fundamento del comportamiento moral. Este cambio es el que aparece descrito en el texto. Pero también esta es una etapa transitoria: antes o después se desembocará en el tercer espíritu, capaz de crear valores por sí mismo. Con todo, la valoración de Nietzsche de este segundo espíritu, encarnado por el león no es del todo negativa, ya que abre el espacio de libertad necesario para la llegada del superhombre. Con este texto, se podría contestar a la siguiente pregunta: ¿Cuáles han sido los principales patrones de comportamiento del ser humano en el terreno moral? En el fragmento aparecen reseñados dos: la obediencia ciega y la búsqueda de una acción libre basada en la razón.
Términos subrayados:
·       Libertad: este concepto adquiere en Nietzsche un nuevo sentido vital y antropológico. No es la capacidad de elegir en cada caso, sino más bien la capacidad de elegirse, de hacerse, de crearse uno mismo en cada uno de nuestros actos. La libertad se convierte así en uno de los valores supremos de la propuesta nietzscheana, hasta el punto de proponer la desaparición de todo tipo de límites a esta nueva concepción de la libertad.
·       Debes: este verbo representa la autoridad moral exterior que trata de imponerse sobre cada uno de nosotros. Sea desde el campo de la religión, la moral o la política, a menudo el individuo recibe imperativos externos que cargan sobre sus espaldas la responsabilidad de llevar a cabo una acción determinada, sin que siempre esta sea deseada, querida o buscada. Por eso el deber se convierte en algo negativo, castrador de la vida.
·       Yo soy: en este contexto, el dragón representa esa autoridad externa, por lo que cuando afirma ser todos los valores en realidad está tratando de que el sujeto no vea más allá de esas normas externas, más allá de esos valores creados, es decir, que no desarrolle su libertad. Las instancias externas antes referidas se atribuyen la legitimidad moral, cuando en realidad están imponiendo su voluntad.
·       Quiero: Es la expresión más sencilla de la voluntad humana. El querer articula además las emociones, los sentimientos y las pasiones, todo aquello que la razón niega, y por ello se convierte en el gran enemigo del “deber”.
·       Valores nuevos: son los valores morales que han de dar paso al superhombre, invirtiendo la moral judeocristiana imperante en occidente. A todos los valores teológico-racionales que se han venido desarrollando en la civilización occidental a lo largo de veinte siglos, le opone Nietzsche la vida y la voluntad como únicas alternativas viables para escapar de la decadencia.