martes, 11 de febrero de 2014

COMENTARIO DESCARTES


El texto que  viene a continuación os ayudará a comentar las ideas principales del texto de Descartes (partes II y IV). Leedlo porque es muy claro y sencillo.

DESCARTES:
Discurso del Método. II, IV (Trad. G. Quintas Alonso). Ed. Alfaguara. Madrid. 1981, pp.  14-18, 24-30.

EXPOSICIÓN  DE  LA  TEMÁTICA  Y  POSICIÓN  DEL  AUTOR.

El Discurso del método es un libro de carácter autobiográfico escrito en primera persona en el que Descartes se propuso mostrar la forma en que había ordenado su vida y el camino que había seguido para dirigir de una forma adecuada su conocimiento.

                En cuanto a la orientación para el comentario, la segunda parte del Discurso tiene un tema central, aunque en distintas vertientes, que es no sólo la búsqueda del método y las reglas del método, sino también el porqué de su búsqueda, el camino seguido hasta encontrarlas y su primera aplicación, que fue a las matemáticas. Por tanto, Descartes centra el tema que aborda en esta parte del Discurso en el método, es decir, en el establecimiento de una serie de reglas ciertas y de fácil aplicación mediante las cuales, si las seguimos paso a paso y partimos de proposiciones evidentes, verdaderas, alcancemos infaliblemente la verdad. El método tiene como objeto superar el relativismo y el escepticismo y eliminar de las ciencias los principios superfluos y erróneos. (Para exponer la  estructura del tema y justificarlo desde el pensamiento de Descartes, basta con atender a los comentarios que hemos ido realizando sobre este capítulo del Discurso).

                En la cuarta parte, aparecen los grandes tremas de la metafísica cartesiana: la duda metódica, la formulación del primer principio, del “pienso, luego existo”, la evidencia como criterio de la verdad, la sustancialidad del alma, la demostración de la existencia de Dios, la existencia de Dios como garantía de la verdad de nuestros conocimientos, así como la deducción de la existencia del mundo.

                Para justificar cualquiera de estos temas, sólo es necesario componer una redacción sobre el pensamiento cartesiano desplazando su orientación hacia el tema correspondiente. Por ejemplo, a la hora de comentar el texto de la duda metódica, tendríamos que exponer los orígenes de la duda, los pasos en que se ha ido desplegando dicha duda, la aceptación del pensamiento como el principio fundamental y la necesidad de la existencia de Dios como garantía del conocimiento. Y si tuviéramos que comentar el texto del yo como “sustancia” pensante, podríamos empezar con la evidencia del “yo pienso” a partir del proceso de la duda metódica, y exponer la existencia del yo como “sustancia”. Además, nada impediría introducir una serie de notas sobre la existencia y la función de Dios en el sistema cartesiano.

                A continuación vamos a proceder el análisis de los distintos textos que pueden ser propuestos en la Selectividad:


SEGUNDA PARTE

1.       La prudencia metodológica.

“Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer. Por otra parte, no quise comenzar a rechazar por completo algunas de las opiniones que hubiesen podido deslizarse durante otra etapa de mi vida en mis creencias sin haber sido asimiladas en la virtud de la razón, hasta que no hubiese empleado el tiempo suficiente para completar el proyecto emprendido e indagar el verdadero método con el fin de conseguir el conocimiento de todas las cosas de las que mi espíritu fuera capaz”.( párrafo 5)

Comentario.

                En las notas de la primera parte del Discurso se nos presenta a un hombre cansado de los errores y de la inutilidad de los conocimientos que ha tenido que aprender en su período de formación. Por tanto, no es mera casualidad que empiece este texto hablando de un hombre que camina solo y en la oscuridad. La situación en la que se encuentra es la de un hombre perdido y desorientado. No confía en los conocimientos que ha recibido de la tradición, pero tampoco está dispuesto a desecharlos, por lo menos antes de que pueda enlazar una reflexión cuidadosa sobre el método. Y justo al comenzar esta reflexión, muestra de distintas maneras la precaución de quien quiere avanzar despacio y acometer las tareas con sumo cuidado para no cometer errores. Por ello, Descartes pretende analizar todas las opiniones y creencias que hasta ahora ha recibido, para comprobar mediante su razón, si son verdaderas. La ejecución de este proyecto exige actuar con circunspección, es decir con prudencia. El modo más seguro de realizar el proyecto es diseñar un método que ayude a la razón a determinar si sus opiniones son ciertas. Hasta configurarlo, no se rechazará ninguna opinión ni se admitirán nuevos conocimientos.


2.       La formación del método: influenciado por la lógica y las matemáticas. párrafo 6

“Había estudiado un poco, siendo más joven, la lógica de entre las partes de la filosofía; de las matemáticas el análisis de los geómetras y el álgebra. Tres artes o ciencias que debían contribuir en algo a mi propósito. Pero habiéndolas examinado, me percaté que en relación con la lógica, sus silogismos y la mayor parte de sus reglas sirven más para explicar a otro cuestiones ya conocidas o, también, como sucede con el arte de Lulio, para hablar sin juicio de aquellas que se ignoran que para llegar a conocerlas. Y si bien la lógica contiene muchos preceptos verdaderos y muy adecuados, hay, sin embargo, mezclados con estos otros muchos que o bien son perjudiciales o bien superfluos, de modo que es tan difícil separarlos como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol aún no trabajado. Igualmente, en relación con el análisis de los antiguos o el álgebra de los modernos, además de que no se refieren sino a muy abstractas materias que parecen carecer de todo uso, el primero está tan circunscrito a la consideración de las figuras que no permite ejercer el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación. La segunda está tan sometida a ciertas reglas y cifras que se ha convertido en un arte confuso y oscuro capaz de distorsionar el ingenio en vez de ser una ciencia que favorezca su desarrollo”.

Comentario.

Al examinar las disciplinas o artes que ha estudiado desde su juventud, destaca la lógica, el análisis y el álgebra. Descartes había distinguido las ciencias demostrables con razones ciertas de las que utilizan argumentos solo probables, como la filosofía. Esas ciencias son la lógica[1] y las matemáticas (la geometría y el álgebra)[2], que si bien son útiles, también están llenas de errores y de principios superfluos, además de ser excesivamente abstractas. Por tanto, sus métodos no son válidos y es preciso buscar otro que se reduzca a una pocas (cuatro) reglas sencillas, para evitar confusiones. En cuanto a la lógica, no cree que pueda servir para aumentar el conocimiento, porque no supondría ninguna ventaja para convertir en el modelo que está buscando porque está constituido de forma casi exclusiva por operaciones a base de figuras. Y el álgebra se centra sólo en el uso de reglas y cifras. Por lo tanto, ninguno de los métodos usados en estas tres disciplinas logra convencerlo. Su intención es clara: evitar los inconvenientes de cada una de ellas, pero asumir sus ventajas. El racionalismo consiste en la confianza absoluta en la razón humana. El camino emprendido por Descartes consiste en asumir la autoridad de la razón y obtener un método que le sirva tanto para distinguir lo verdadero de lo falso como para dirigir su vida.


3.       Las reglas del método. (continuación párrafo 6)

Todo esto fue la causa por la que pensaba que era preciso indagar otro método que, asimilando las ventajas de estos tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes frecuentemente sirve para los vicios de tal forma que un Estado está mejor regido cuando no existen más que unas pocas leyes que son minuciosamente observadas, de la misma forma, en lugar del gran número de preceptos del cual está compuesta la lógica, estimé que tendría suficiente con los cuatro siguientes con tal de que tomase la firme y constante resolución de no incumplir ni una sola vez su observancia.

El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda.

El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente.

El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros.

Según el último de estos preceptos debería realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no omitir nada”.

Comentario.

Todos somos iguales en cuanto a la capacidad racional; lo que nos distingue es el uso del método. Sería preferible no conocer a conocer sin método, porque la curiosidad es tan poderosa que lograría cegar la capacidad de conocimiento de los humanos. En las Reglas del espíritu, Descartes consideraba inoportuno conocer sin método.

Lo que pretende Descartes es adoptar un método con muy pocas reglas y fáciles de seguir, un método seguro que garantice la capacidad de avanzar por el camino adecuado. Ni la precipitación ni la excesiva precaución son buenas consejeras en los asuntos del conocimiento.

La primera regla consiste en no admitir como verdadera ninguna idea de la que no se tenga evidencia, por lo tanto la idea ha de ser clara y distinta. Claro es todo aquello que se presenta a nuestra razón nítidamente, podríamos decir, en todos sus detalles, y distinto, lo que no se confunde con ninguna otra cosa. Concebido de esta forma, no queda lugar a la duda, y ese juicio es verdadero. La evidencia será el nuevo criterio de verdad sostenido por Descartes, y consiste en que nuestra razón, y solo nuestra razón (es preciso rechazar los sentidos y la imaginación), concibe, intuye, directamente que un juicio es verdadero sin ningún género de duda. Lo que caracteriza la evidencia es que elimina la duda. La razón no puede aceptar ningún conocimiento que sea susceptible de la más mínima duda o que lleve implícita alguna contradicción. Es la propia razón humana la que alcanza de forma intuitiva las ideas.

En principio, define la verdad por la evidencia, y la evidencia se distingue mediante la claridad y la distinción, los dos atributos necesarios de la verdad y de la certeza, es decir, son evidentes los conocimientos de los que tenemos ideas claras y distintas. Poseen claridad y distinción aquellos conocimientos de los que no podemos tener ninguna posibilidad de duda ni son susceptibles de contradicción; es más, de esos conocimientos diríamos que tenemos certeza absoluta, lo cual quiere decir que son verdaderos sin ninguna duda.

La segunda regla consiste en el análisis: aconseja dividir y examinar los problemas en tantas partes como sea posible para poder analizarlos con sencillez y claridad, y comprobar su verdad, su evidencia. Presenta así el análisis como la forma más segura de conocer la verdad de nuestros conocimientos.

La tercera regla es la síntesis: consiste en, una vez comprobada la verdad de las partes, reconstruir el problema empezando por los conocimientos o las cuestiones más simples para acceder desde ahí hasta las más complejas, es decir, recomponer el problema siguiendo el camino inverso.

La cuarta regla recomienda hacer recuentos completos y revisiones completas (enumeración) para alcanzar la seguridad de que no se ha olvidado nada, esto es, es necesario asegurarse de que el encadenamiento de la deducción sea correcto.

Por tanto, el método consiste en cuatro reglas para emplear correctamente los dos modos de conocer de la razón: Intuición, es uno de los actos por los que la razón llega a conocimientos ciertos. La intuición, que alcanza una certeza inmediata, es decir, una evidencia, cumple dos rasgos: no es resultado de los sentidos ni de la imaginación, sino del entendimiento. Es más cierta que la deducción porque no es discursiva sino inmediata. Su objeto son las naturalezas u objetos simples. Deducción, Uno de los modos de conocer de la razón. Consiste en la inferencia de una cosa a partir de otra. Frente a la intuición, la deducción no es inmediata sino discursiva. Por eso, con la deducción no se llega a evidencias, sino sólo a certezas. El análisis y la síntesis son distintas formas de deducción.


4.       La claridad del método en las matemáticas. (párrafo 7)

“Las largas cadenas de razones simples y fáciles,...
... Por este medio recogería lo mejor que se da en el análisis geométrico y en el álgebra, corrigiendo, a la vez, los defectos de una mediante los procedimientos de la otra”.

Comentario.

Descartes se había quejado de la insuficiencia de todas las disciplinas que había estudiado en su período de formación, pero nunca de la capacidad de la geometría, la cual había obtenido a lo largo de la historia los conocimientos más seguros y las demostraciones más rigurosas.

Las largas cadenas de razonamientos que empleaba la geometría le sirvieron de modelo. Éste le reportaba la certeza de que el método podría proporcionarle la misma seguridad que alcanzaba la geometría en sus razonamientos.

La confianza en la razón, mediada por el método de la ciencia, lo llevaba a la búsqueda de un saber seguro. Esta seguridad le permitía pensar que no habría ninguna verdad tan alejada ni inasequible como para que el conocimiento humano no pudiera acceder a ella.

El proceso de la reforma del método empezó por la consideración de las verdades más simples y las ideas más ciertas, como empezaban las matemáticas. Con este ejercicio conseguía que la mente se acostumbrara a la forma de conocer la verdad y de obtener la garantía de un conocimiento verdadero. Al dedicarse al estudio de las relaciones y de las proporciones, podía conseguir lo que pretendía: afilar el instrumento del conocimiento y configurar el método.

Este método, inspirado en la geometría, puede servir de modelo para todo el saber. Si lo aplicamos correctamente, admitiendo solo lo que es indudable y siguiendo el método ordenadamente, no puede haber nada que no podamos conocer. El método matemático ha obtenido grandes éxitos. Descartes cree que, “suponiendo que todo se entrelaza de igual forma” que un razonamiento matemático, también los obtendrá. Es decir, la aplicación del método cartesiano implica una “visión matematizada” de la realidad: supone que está ordenada como un razonamiento matemático, que lo real es un conjunto de elementos dependientes de unos principios. Supuesta la visión matematizada de la realidad, basta con aplicar las reglas: “no admitir como verdadero alguna cosa que no lo sea” (primera) y “guardar siempre el orden necesario para deducir unas de otras” (las otras tres). Así, ante cualquier cuestión, se pondrá en marcha el método: análisis del problema, intuición de sus elementos simples, síntesis de esas partes y repaso del proceso. Con este optimismo concluye la presentación del método: si se asume una visión matemática de la realidad y se aplican bien las reglas, se llegará a conocer todo lo que se pretenda. Es el optimismo racionalista: la fe en la capacidad de la razón.

Por tanto, el racionalismo cartesiano se basó en la confianza en la razón. Cuando Descartes habla de la razón, lo hace en base a la unidad de la ciencia, como una especie de sabiduría universal. No tiene sentido pensar que pudieran existir distintos tipos de racionalidad o distintos tipos de método. De esta forma, la actividad del conocimiento emprendida por el filósofo lo preparará para la búsqueda de la verdad, porque se habrá ejercitado en aumentar en su mente la luz de la razón.


5.       La fecundidad del método y la unidad de la razón. (párrafo 8)

“Y como, en efecto, la exacta observancia de estos escasos preceptos que había escogido,... Pues el método que nos enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar verdaderamente todas las circunstancias de lo que se investiga, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la Aritmética.

Comentario.

Descartes, que ha tomado por modelo del saber las matemáticas, empieza por aplicar su método en este campo, pues en él se ha alcanzado, señala, algunos juicios ciertos y evidentes, verdaderos. El éxito es rotundo, pues el método se adapta perfectamente a las reglas de las matemáticas. La aplicación del método a las matemáticas funciona de una forma brillante. Descartes se muestra ilusionado. Al seguir las reglas, ha conseguido grandes beneficios. De la práctica del método iniciado obtiene Descartes la convicción de que, empezando por las cuestiones más simples, conseguirá resolver en poco tiempo las verdades más complejas y de mayor dificultad. Cada verdad le proporciona el impulso necesario para conocer otras verdades.

En las Reglas para la dirección del espíritu había incluido la metáfora del sol para referirse a la luz de la razón. Cada paso alumbra el camino, es decir, el descubrimiento de cada una de las verdades lo impulsa para seguir conociendo. Cada una de las ciencias representa la sabiduría humana y su potencia clarificadora es tan fuerte que no se puede coartar el espíritu  con ningún tipo de limitación. Una verdad nos lleva a la otra.

El método es lo que confiere luz y seguridad al conocimiento. Cada avance, cada verdad que se consigue, supone establecer las condiciones para acceder a otras verdades, a veces nada fáciles de vislumbrar ni de conseguir.



6.       El método y los principios de la filosofía.(párrafo 9)

“Pero lo que me producía más agrado de este método era que siguiéndolo estaba seguro de utilizar en todo mi razón, si no de un modo absolutamente perfecto, al menos de la mejor forma que me fue posible... 
... tanto desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones y realizando un acopio de experiencias que deberían constituir la materia de mis razonamientos, como ejercitándome siempre en el método que me había prescrito con el fin de afianzarme en su uso cada vez más”.

Comentario.

Esta aplicación del método a las matemáticas permitió a Descartes perfeccionar su manejo y habituarse a utilizar la razón rigurosamente (ya que solo la razón puede proporcionar un conocimiento evidente, verdadero), pero aún no se sentía preparado para aplicarlo a la filosofía en la que no encuentra ningún principio seguro.

Una de las características fundamentales de la filosofía cartesiana es que en ella se identifican el método y la razón. El método ya era parte de la ciencia. Con solo seguir sus reglas, se puede alcanzar la seguridad del conocimiento racional. Los meses que Descartes pasó reflexionando y revisando las matemáticas le aportaron no sólo la capacidad de aplicar el método, sino la certeza de haber abierto el camino de la filosofía.

El ejercicio del método había acomodado su mente para conocer la realidad de forma clara y distinta. Este objetivo ya estaba contenido en la primera regla, que consideraba la evidencia como el criterio de verdad de las ideas y de los conocimientos. ¿Por qué ciencia empezar? El método ayuda a responder: se debe comenzar por establecer la certeza de los elementos en los que se apoya el resto de conocimientos. La metafísica establece esos primeros principios. Por tanto, se debe aplicar el método a la filosofía, donde Descartes no encuentra “ningún conocimiento cierto” Establecer la certeza de los primeros principios será el objetivo de la Cuarta Parte del Discurso.

La tarea queda abierta, aunque posiblemente no sea el momento. Tal vez la edad que tiene no es la más apropiada. Pero tendría que emprender lo que se convertiría en el objetivo principal de su esfuerzo: la reforma de la filosofía, una reflexión serena y sistemática sobre los principios fundamentales de la filosofía.


CUARTA PARTE

En la que se exponen las razones que permiten establecer la existencia de Dios y del alma humana, que constituyen los fundamentos de la metafísica[3].


7.       La duda metódica. (párrafo1)

“No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. ...
... Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños”.

Comentario.

Aunque en el ámbito de la moral, de las costumbres, Descartes admita la necesidad de seguir las opiniones inciertas, retoma la aplicación del método, rechazando todo lo dudoso, en la búsqueda de una verdad que puede ser creída por sí misma y de la que se deriven las demás deductivamente. Descartes aplica el método inicialmente sólo a lo teórico y no a “las costumbres” (ámbito moral). Quiere evitar “no permanecer irresoluto en sus acciones”. Si aplicara el método a las decisiones que todos los días toma (“¿Me quedo en casa meditando o voy al trabajo?”), tendría que dejar de vivir mientras fundamentaba la metafísica, el resto de saberes y, finalmente, una moral cierta (última rama del saber). Al actuar así, se verá obligado a “seguir opiniones muy inciertas como si fuesen indudables”, a lo que Descartes añade: “según he advertido anteriormente”, pues esta es la segunda máxima de su “moral provisional” expuesta en la Tercera Parte del Discurso.

De ahí que en este texto, el afán de claridad y de precisión le lleva a plantear los elementos  fundamentales de la duda metódica. Muchas veces ha aceptado como verdaderos conocimientos que posteriormente resultaron erróneos, pero si realmente busca la verdad, no puede aceptar como verdadero ningún conocimiento que sea susceptible de la más mínima duda. Es necesario dudar de todo y considerar provisionalmente como falso todo lo que es posible poner en duda. Es una duda absoluta, no escéptica, pues, tomada como punto de partida, se espera hallar la verdad. El escepticismo, por el contrario, niega la verdad.

Por lo tanto, emprender la duda metódica es la única manera de fundar la filosofía sobre un cimiento sólido, sobre un principio que sea realmente indubitable. Descartes, como Arquímedes, cree en que a partir de un punto de apoyo firme logrará mover el mundo. El problema es que, si tuviera que dudar de todos los conocimientos y de todas las creencias anteriores, la tarea sería interminable. Por eso, se plantea dudar sólo de los principios fundamentales de la filosofía.

El proceso comienza por la duda de los datos que proporcionan los sentidos, porque algunas veces engañan (por ejemplo los espejismos; o vemos el sol pequeño y verdaderamente no lo es), por lo tanto, no nos podemos fiar de ellos, no se puede aceptar que los sentidos sean el fundamento de un conocimiento seguro y verdadero.

También ha de dudar de los conocimientos intelectuales porque algunas veces ha incurrido en paralogismos[4] al tratar cuestiones relacionadas con la geometría; pues, muchos se equivocan hasta en las operaciones más sencillas de las matemáticas y si hay quien se equivoca en sencillas demostraciones matemáticas, también yo puedo equivocarme en otras aunque no me dé cuenta. En las Meditaciones metafísicas, para dudar de los conocimientos matemáticos, recurre a la posibilidad de que Dios, que es sumamente poderoso, pudiera engañarnos para conseguir que creyéramos que tres más dos son cinco o que son tres los ángulos de un triángulo. Pero como Dios no nos engañaría porque, además de poderoso es sumamente bondadoso, formula la hipótesis de la existencia de un genio maligno que pudiera engañarnos incluso en cuestiones tan seguras como las de la geometría. Por tanto, el conocimiento matemático también puede ser engañoso.

Aquí, en el Discurso, como no se puede distinguir entre la vigilia y el sueño, ya que los mismos pensamientos pueden asaltarnos estando dormidos y estando despiertos, decidió suponer que todos los conocimientos que hubiera conseguido su mente tuvieran el mismo valor que las ilusiones  de sus sueños, puesto que incluso podría suceder que estuviésemos confundiendo la realidad con el sueño.

Es decir, a través de la hipótesis del genio maligno o de la imposibilidad de distinguir la vigilia y el sueño llega a la duda sistemática de todos los conocimientos. En resumen, todo es dudoso y debe ser considerado falso.


8.       El yo pienso como el primer principio. (párrafo 1, el final)

“Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba”.

Comentario.

Cuando la duda es más intensa, cuando no puede estar seguro de nada, alcanza la verdad del primer principio que estaba buscando. El genio maligno puede engañarlo en todo lo que quiera, pero, para engañarlo, él tiene que existir, tiene que ser alguna cosa. Pero, en este estado, surge la primera evidencia: yo, que pienso, existo. Aunque lo que piense no exista, no se puede dudar de que estoy pensando ni, por tanto, de que existo. La duda sistemática implica que no puede dudar de que esté dudando. Y mientras duda, piensa. “Pienso, Lugo existo”[5] es una verdad tan firme y segura que ni las más extravagantes de las dudas podrían atentar contra ella.

A partir del proceso de la duda, llega así al principio sólido que buscaba, porque, a pesar de esforzarse en creer que todo es falso, no puede dudar de que existe y piensa; de que es el yo el que duda y piensa; y de que el “yo pienso” es el primer principio que estaba buscando. Este es el primer principio de la filosofía, la verdad sobre la que se puede levantar el edificio del conocimiento.


9.       El yo como sustancia pensante. (párrafo 2)

“Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es”.

Comentario.

                La naturaleza del sujeto es puramente racional, no es un cuerpo. En tanto que pienso, que dudo, me reconozco indudablemente como un sujeto que piensa, pero no como un cuerpo. Por el mero hecho de dudar y de haber intentado convencerse de que no existe, tiene que existir. La existencia del sujeto pensante es una evidencia que está por encima de la existencia del cuerpo y del mundo. Esto quiere decir que puede dudar del cuerpo, pero no del yo ni del alma.
                De esta forma, en el proceso de la duda metódica se ha asegurado de la existencia de una “sustancia” absolutamente independiente del cuerpo. Al preguntarse por el yo, se contesta que es una “sustancia pensante una “sustancia” cuyo atributo es el pensamiento. La realidad queda dividida en dos ámbitos: la sustancia pensante, el sujeto, y la sustancia corpórea, la materia.

                 Y a la hora de definir “sustancia”, Descartes lo hace de una manera paralela a la filosofía aristotélica y la identifica como lo que existe en sí mismo”. El yo es una “sustancia” que no necesita ninguna otra cosa para existir, que no depende de ninguna sustancia material, ya que el rango característico de la “sustancia” es su independencia. El alma, como se dice en el texto, existiría aunque no existiera el cuerpo. Pero, de momento, solo sabemos que existe el sujeto pensante, no la materia.

                Por lo tanto del análisis del yo podemos inferir las siguientes consecuencias:
§  Primera consecuencia: la esencia de la sustancia pensante. Lo único cierto es un “sujeto” cuyo ser es “pensar”, que es su esencia, naturaleza o atributo.
§  Segunda consecuencia: el yo es el alma, que define esencialmente al ser humano. A su vez, el alma se define por ser pensamiento. Para Descartes el alma no es el principio vital del cuerpo.
§  Tercera consecuencia: dualismo antropológico. El yo o alma no necesita de ninguna condición material, tampoco del cerebro. Por ello, es independiente y distinta de cualquier otra sustancia corporal, si es que existe. Si no fuera así, no se hubiera podido afirmar la certeza del yo después de haber negado la certeza de lo sensible.
§  Cuarta consecuencia: el alma es más fácil de conocer que el cuerpo; aún no se conoce la existencia del cuerpo, pero ya se tiene certeza de que yo soy una sustancia que piensa. Quienes creen conocer su cuerpo mejor y más fácilmente que su alma, es porque siguen sus sentidos sin aplicar el método. Si lo hubieran aplicado, se darían cuenta de que “tengo cuerpo” no es un a afirmación clara ni distinta.
§  Quinta consecuencia: la inmortalidad del alma. Si el alma es pensamiento y, por tanto, independiente del cuerpo, el alma es inmortal, ya que para ser, es decir, pensar, no necesita del cuerpo.


10.    La evidencia como criterio de verdad. (párrafo 3)

“Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos distintamente”.

Comentario.

Descartes también extrae del primer principio el criterio de verdad. Al haber encontrado una certeza, el autor analiza qué tiene ese conocimiento para que la razón lo conciba como cierto. Lo que Descartes describe ahora es el momento del encuentro de este criterio, que es la primera regla del método. Como ya comentamos al hablar de las reglas del método, el criterio de verdad es la evidencia, que yo intuya de forma clara  y distinta, sin ningún género de duda, que una proposición es verdadera. En el descubrimiento de la primera verdad incontrovertible tiene su origen dicho criterio. Puesto que del análisis del “yo pienso, luego existo”, no sólo se sigue la sustancialidad del alma, sino que admite como criterio de verdad la forma con que ha logrado el conocimiento del “yo pienso”, es decir, la forma en que ha obtenido la evidencia del “yo pienso” se ha convertido en el modelo de toda verdad y de toda certeza.

De esta forma, los conocimientos sólo serán verdaderos cuando se conciban de una forma clara y distinta, es decir, cuando sean evidentes por sí mismos y la mente pueda alcanzar de ellos una certeza absoluta.


11.    La demostración de la existencia de Dios basada en el principio de causalidad.(párrafo 4)

“A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era;  conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta....
...su ser debía depender de su poder de forma tal que tales naturalezas no podrían subsistir sin él ni un solo momento”.

Comentario.

                Hasta ahora, Descartes solo ha demostrado la existencia del sujeto pensante, pero no de los cuerpos, ni tampoco de Dios. Esto es lo que va a hacer en este texto. Cierto de su existencia, Descartes va a demostrar la verdad del segundo fundamento, Dios, mediante tres argumentos: dos causales y el tercero ontológico. Así, Dios permitirá al yo salir de su isla. Si yo, puesto que dudo (no conozco), soy imperfecto, y en mí tengo la idea de perfección, ésta no puede venir de mí, pues lo perfecto no puede provenir de lo imperfecto, sino de un ser perfecto, que está fuera de mí, que no soy yo. Este ser perfecto que implanta en mí la idea de perfección es Dios, pues las ideas que tengo de los demás seres exteriores a mí (el cielo, la luz, etc., que de momento solo son pensamientos, pues aún no se ha demostrado su existencia; el propio Descartes dice que puede que no sean verdaderos, sino resultado de un defecto mío) no son más perfectas que yo, luego ellas provienen de mí.

                La demostración de la existencia de Dios emprendida por Descartes depende del hecho de que todos tenemos en nuestra mente la idea de un ser infinito y de ahí se ha de concluir que esta idea no puede venir de nosotros, porque lo más perfecto no puede venir de lo menos perfecto, pero tampoco puede venir de la nada, porque esto repugna a la mente. La idea de un ser infinito y perfecto sólo puede proceder de un ser que contenga todas las perfecciones que existen en su propia causa. Es más, la idea de lo infinito ha tenido que ser anterior y más clara que la de lo finito. Y así, sólo a partir de la idea de Dios se pueden conocer la finitud y las limitaciones que nos afectan a los humanos.

Queda, pues, demostrada la existencia de Dios, y, además, de él depende el sujeto. Este último detalle es importante, pues, si aplicamos estrictamente la definición de sustancia –lo que no necesita de ninguna otra cosa para existir-, solo Dios sería una sustancia.

La demostración de la existencia de Dios sigue el camino inverso a la de Santo Tomás. En la escolástica se partía de los datos de los sentidos y a través del principio de causalidad se llegaba a la justificación de la existencia de Dios; por el contrario, en el racionalismo cartesiano se parte de la idea de Dios y a través del principio de causalidad se llega hasta su existencia.

Descartes atribuye a la naturaleza de Dios, en la medida en que nuestra razón puede conocerla, todas las perfecciones y le niega las imperfecciones. Dios no puede ser de naturaleza corporal, pues ésta no constituye ninguna perfección, sino más bien al contrario, la dualidad de naturaleza pensante y corporal es un defecto. Análogamente a la sustancia pensante, la sustancia corporal también depende Dios.

A esta reflexión hay que añadirle una argumentación complementaria: si yo hubiera existido solo y con independencia de cualquier otro ser superior a mí, tendría que tener todas las perfecciones que se le atribuyen a Dios y, por consiguiente, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente y todopoderoso. Como no lo soy, el ser que me ha creado y del que dependo es Dios.


12.    El argumento ontológico. (párrafo 5)
“Posteriormente quise indagar ...
... Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría”.

Comentario.

                El otro razonamiento para demostrar la existencia de Dios utilizado por Descartes es el argumento ontológico de San Anselmo. Este argumento parte de que  todos tenemos en la mente la idea de un ser sumamente perfecto. Y de la idea de este ser perfecto, se ha de seguir que existe, porque de otra forma no sería el ser perfecto contenido en la idea, es decir, no tendría todas las perfecciones que se le atribuyen en la idea. Pues, si Dios es un ser sumamente perfecto, si contiene todas las perfecciones, es preciso que exista como una realidad independiente del sujeto (no es solo un pensamiento), pues la existencia es una de esas perfecciones. Por tanto, la existencia de Dios ya está contenida en su propia esencia; es decir, de la idea de Dios se ha de seguir su existencia, de la misma manera que de la idea de triángulo se ha seguir que la suma de sus ángulos sea igual a dos rectos o que de la idea de monte se haya de seguir la idea de valle. Por esto, podemos tener la misma certeza y seguridad en la existencia de Dios que en las demostraciones de la geometría, aunque de la sustancia corpórea, de la que se ocupan los geómetras, aún no se ha demostrado su existencia.


13.    Crítica a la teoría escolástica del conocimiento.(párrafo 6)

“Pero lo que motiva que existan muchas personas persuadidas de que hay una gran dificultad en conocerle y, también, en conocer la naturaleza de su alma...
... Existe aún otra diferencia: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la verdad de sus objetos que lo hacen los del olfato u oído, mientras que ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniese”.

Comentario.

                En esta parte del texto Descartes argumenta en contra de la teoría del conocimiento del sistema aristotélico-tomista, alegando que tras las demostraciones anteriores aún dudan de la existencia de Dios es porque no son capaces de elevarse por encima de la imaginación, que solo se representa imágenes de las cosas sensibles. En concreto, Descartes reproduce la fórmula sostenida por los empiristas, de inspiración aristotélica, para referirse a ellos: nada hay en el entendimiento que no haya entrado por los sentidos. Ahora bien, de Dios y del sujeto pensante (del alma) no hay impresión sensible, luego es un error tratar de comprenderlos recurriendo a los sentidos y a la imaginación. Además, como hemos visto, los sentidos no son fiables. Por tanto, no hay ningún dato de la sensibilidad que logre acercarnos a la idea de Dios y tampoco es a la imaginación a la que corresponde acceder a su conocimiento. En este sentido Descartes es rotundo: sería tan imposible como pretender servirse de los ojos para recibir los sonidos. Con respecto a Dios, sólo hay un  acceso y viene del entendimiento, sin ninguna aportación de la experiencia sensible.


14.    La existencia del mundo.(párrafo 7)

“En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí...
...Pero si no conocemos que todo lo que existe en nosotros de real y verdadero procede de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara de que tales ideas tuviesen la perfección de ser verdaderas”.

Comentario.

                En el proceso de construcción del nuevo edificio de la filosofía todavía quedaba por justificar la existencia del mundo.

                Ahora emprendemos la demostración de la existencia de los cuerpos. Descartes no afirma que los cuerpos no existan, lo que sería un a extravagancia, como señala él mismo, de ello tenemos una “seguridad moral”. Lo que él sostiene es que no tenemos una “certeza metafísica”, es decir, que desde el punto de vista racional no es evidente su existencia, pues, podría ser que todos esos cuerpos no fueran más que pensamientos nuestros, sin realidad independiente. El hombre nunca tendrá mayor certeza del conocimiento de los objetos materiales que la que ha conseguido con respecto a Dios, porque siempre existe la posibilidad de que aquello que creemos conocer con certeza sea la ilusión de un sueño. De esta forma, en realidad no podríamos estar seguros de ningún conocimiento acerca del mundo porque cualquier idea de la realidad, por segura que pareciera, podría ser falsa, en la medida en que podríamos equivocarnos y haberla soñado.

                Sin embargo, Dios es la garantía de nuestros conocimientos. Es Dios quien asegura que las cosas, el mundo existen. Reconocida la existencia de Dios, el criterio de evidencia encuentra su última garantía: Dios, por su perfección no puede engañarme. La facultad de juzgar que he recibido de Él no me puede inducir a error si la empleo rectamente. Esta consideración evita toda posibilidad de duda sobre los conocimientos evidentes. Dios es aquí la fuente de veracidad, principio y garantía de toda verdad. El error proviene de nuestra imperfección.

                Lo que intenta Descartes es garantizar que los conocimientos acerca de la realidad y del mundo aportados por la razón gozan de certeza y seguridad. Por ello expone que los datos proporcionados por los sentidos pueden ser verdaderos o erróneos. La cuestión consiste entonces en que no se puede garantizar la seguridad del conocimiento de los sentidos, pero tampoco se puede dudar de todos los conocimientos sensibles. La claridad y la distinción tienen su fundamento en la existencia de la mente porque ésta procede de la perfección divina.


15.    Dios como garantía de la claridad de los conocimientos.(párrafo 8)

“Por tanto, después de que el conocimiento de Dios y el alma nos han convencido de la certeza de esta regla, ...
... lo que existe de verdad debe encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemos estando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos”.

Comentario.

La claridad y la distinción no son garantía suficiente para vencer la dificultad de distinguir la vigilia del sueño. Pero el conocimiento acerca de la perfección divina nos proporciona la garantía de que las imágenes que nos asalten cuando dormimos no sean ninguna dificultad para la verdad de nuestros pensamientos, es decir, que da igual que las ideas se hayan producido al estar dormidos o al estar despiertos. El teorema que un geómetra hubiera podido demostrar mientras dormía es tan cierto como si lo hubiera demostrado despierto porque, dormido o despierto, dos más tres seguirán siendo cinco y tres son los ángulos del triángulo. Por lo tanto, el sueño no impediría la verdad de los conocimientos ni de las ideas.

Por tanto, no debemos dudar de la existencia del mundo, de las cosas, y confundirlo con un sueño, pues si soñamos algo cierto (la demostración de un geómetra), no deja de ser cierto por ser un sueño, y porque la similitud entre las imágenes de los sueños y las representaciones de los sentidos también nos engañan (por ejemplo, cuando padecemos algunas enfermedades, o sobre el tamaño de los cuerpos). Solo la razón nos conduce a la verdad, ni los sentidos (el tamaño del sol) ni la imaginación (la quimera). Dios asegura la coincidencia entre las evidencias y las existencias, garantiza que mis ideas sobre la realidad exterior tienen existencia independientemente de mí, pues, en tanto, que ser perfecto y veraz, no puede permitir que me engañe pensando que tales cosas existen si no fuera así. Así, Descartes que pretender ser un pensador realista consigue evitar el solipsismo, el aislamiento del sujeto con la apertura de la conciencia a la realidad corpórea




[1] Dos dificultades de la lógica aristotélica: 1) Se construye con silogismos, cuyas conclusiones no añaden ningún conocimiento no presente, aunque sea implícitamente, en las premisas. No son, por tanto, instrumentos para encontrar nuevas verdades. 2) Mezcla preceptos verdaderos con otros que no lo son. Descartes crítica las disputas de la lógica escolástica. Ésta distingue entre lo verdadero, lo falso y lo probable. Para Descartes las discusiones sobre lo probable no llevan a nuevos conocimientos. Lo probable debe incluirse dentro de lo falso.
[2] La geometría griega utilizaba exclusivamente figuras y elaboraba sus demostraciones a partir de la regla, el compás y diversos tipos de curvas (cuadratriz, concoide…). Por tanto, el entendimiento se sometía al papel de la imaginación, ya que esta tenía que hacerle ver las demostraciones mediante dibujos. Por otro lado, el álgebra del momento tenía una rotación muy complicada, hasta que el propio Descartes introdujo mejoras de las que hablará al final de esta Parte. Sin embargo, lo positivo de ambas ciencias es la evidencia de sus principios. Un conocimiento cierto debe partir de principios tan evidentes como que un cuadrado es una figura con cuatro lados.
[3] El título resume el tema de esta Parte: exponer los dos fundamentos de la metafísica cartesiana, Dios y el alma, y las razones que demuestran que son evidencias. Para Descartes “la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física y las ramas las demás ciencias”. Esquemáticamente: certeza del alma ® certeza de Dios ® certeza de la Metafísica ® certeza del resto de ciencias.
[4] Un razonamiento erróneo.x

[5] Algunas aclaraciones: la existencia del “yo” no implica que “lo” pensado exista. En segundo lugar, “pienso, luego soy” no es un silogismo sino una evidencia: no se debe interpretar “si pienso, entonces soy”, sino “soy una cosa que existe siendo pensamiento”. En tercer lugar, “pienso, luego soy” es “el primer principio de la filosofía”. Es el primer principio en el orden subjetivo o del conocimiento de certezas. Descartes descubrirá que el yo depende de Dios, el primer principio en el orden del ser. El método hace que el orden de las certezas domine sobre el del ser: la primera certeza encontrada es el yo, no Dios.